Friday, June 23, 2006

"Voy a perder la cabeza por tu amor"

Capítulo 10 - En el que se vierten conceptos similares y dolorosos.

La vorágine se desencadena cuando uno de los dos participantes de la vorágine decide hacer explotar un átomo dentro de una botella de vidrio dentro de un vientre dentro de un ojo dentro del ácido que se esparce.

El torbellino se genera cuando dos o más fuerzas de cualquier índole entran en relación de fuerza y cambio y poder y furia y, cuando se ve el horizonte por un momento las fuerzas se encargan de destrozarlo a golpes de manos y pies y entrañas y corazones.

La huída se produce luego de que varias columnas vertebrales del buen gusto y el placer se transforman de buenas a primeras en gritos desaforados, momentos de gran caudal catártico y energías encontradas en la fricción.


La calma, parece no llegar, nunca.

Monday, June 05, 2006

"Voy a perder la cabeza por tu amor"

Capítulo 9 - En el que los matices sí, pero los contrastes no.

Saber que estás cerca es una forma de asegurarme que alguna vez vas a poder volver a mí, aunque jamás hayas estado en mí. Desde el instante que dejo de conocerme, empiezo a saber de vos. Como una tormenta que se aproxima, te percibo en el aire.Tu perfume me invade el alma.

Estás dentro de mí, como ayer, como nunca.Las imágenes son fuertes, me envuelve el sonido constante de cada cosa que me rodea.No sé porque me encapricho en recordarte, cuando en realidad nunca estuviste. Pero sin embargo me veo marcando los números y esperando que del otro lado del auricular, tu voz aparezca.

Esa noche, me sentía bien. Quise saber de vos, conocer cómo había sido tu día, en que momento habías recordado mis manos, cuando fue que miraste una espalda y pensaste que era yo, a que hora sentiste mis ojos en tu piel.

Nuestra libertad, la forma en que nos relacionábamos, esa forma de poseernos sin poseer, la complicidad de estar juntos en el mismo lugar, llegando por el puente de los ojos mentiéndonos en los sexos, en la única piel que existía cuando nos mirábamos así, me hacía sentir poderoso. Pero un poder que no intentaba ejercerse sobre nada, ni nadie, sino un poder mágico que transmitía mi cuerpo hacia el universo completo. Todo era más agradable alrededor con ese poder. Todo era real y todo hermoso.

Claro que existían los matices. Claro que por momentos no todo era luz. Pero sabiendo que los grises se irían, era confortable jugar con los contraluces.


Claro que podría no haberte llamado, pero quería sentirte. Claro que hubiera esperado hasta mañana, pero quería saber que estabas. Pero todos estos eventuales verbos no tenían la relevancia que tienen hoy. Hoy los utilizo para entender que siempre existen otras opciones que, sin embargo, en aquel momento no eran posibles.

Te veo. Sentada en el pasto. En una silla en la vereda. En la mesa de la cocina. En un banco. En la escalera. En un taxi. En un colectivo. En el sol. En la sombra.

Marqué el número y te llamé, y tu voz no podía ser tan masculina.